CONCIERTO
El saxofón en el siglo XX
Con obras de Steve Reich, Cristóbal Halffter, Philip Glass, Salvatore Sciarrino, Cole Porter y George Gershwin
Ciclo TEMPORADA DE MÚSICA 2025
11
ABR
2025
TEMPORADA DE MÚSICA 2025
El saxofón en el siglo XX
Con obras de Steve Reich, Cristóbal Halffter, Philip Glass, Salvatore Sciarrino, Cole Porter y George Gershwin
11 ABR 2025
PROGRAMA
Steve Reich (1936)*
New York Counterpoint (11 min) [versión para cuarteto de saxofones de Susan Fancher y cinta pregrabada por el Vienna
Saxophone Quartet]
1. 𝅘𝅥 = ca. 184
2. 𝅗𝅥 = 𝅘𝅥 (𝅘𝅥 = ca. 92)
3. 𝅘𝅥 = 𝅗𝅥 (𝅘𝅥 = ca. 184)
Cristóbal Halffter (1930-2021)*
Fractal para cuarteto de saxofones (22 min)
Philip Glass (1937)*
Saxophone Quartet (23 min)
1. 𝅘𝅥 = 116
2. 𝅘𝅥 = 144
3. 𝅘𝅥 = 104
4. 𝅘𝅥 = 144
Salvatore Sciarrino (1947)*
Pagine (selección) (8 min) [elaboraciones de concierto para cuarteto de saxofones]
8. Cole Porter, I’ve Got You Under My Skin
9. Anónimo (s. XIV), O Virgo splendens
I Bis. George Gershwin, Who Cares?
* Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera
INTÉRPRETE
NOTAS AL PROGRAMA
Un programa titulado El saxofón en el siglo xx desbordaría, con mucho, los contornos temporales de cualquier concierto. Más aún, bajo este epígrafe, la institución que quisiera podría programar todo un ciclo de recitales que dieran, sin menoscabo de proposiciones que necesariamente habrían de quedar fuera, una idea más o menos certera de toda la cantidad de buena música escrita para este instrumento durante la pasada centuria, con más prolijidad en su segunda mitad. Acotando algo más el terreno de juego, lo que Sigma Project ofrece hoy es, por tanto, una fotografía —desde luego sustanciosa y heterogénea— de la música para cuarteto de saxofones presente y, para mayor concreción, de aquella firmada por compositores que, a lo largo de los pasados años, han sido merecedores del Premio Fronteras del Conocimiento que anualmente otorga la Fundación BBVA que esta tarde nos acoge.
Steve Reich
New York Counterpoint
New York Counterpoint (1985) fue concebida por Steve Reich para clarinete y cinta, u once clarinetes. Estrenada en el Avery Fisher Hall de Nueva York, en ella el compositor estadounidense siguió trabajando, desde la perspectiva de la consecución de un ciclo, en las mismas ideas expuestas en la precedente Vermont Counterpoint (1982), y que aún tendrían una pronta continuidad en Electric Counterpoint (1987) y mucho posterior en Cello Counterpoint (2003). El auditor familiarizado con la obra de Reich reconocerá en los primeros compases el inici de la icónica Music for 18 Musicians (1976), a riesgo de ser maximalista, una de las obras más importantes de la historia de la música contemporánea. Este clima ya predispone favorablemente ante una partitura centrada en la exposición de patrones melódicos repetidos, entrelazados y tocados por múltiples instrumentos idénticos, lo que agiganta aún más el efecto de la pieza; algo que Reich, en su primera época, practicó con profusión en obras tempranas como Piano Phase (dos pianos) o Violin Phase (cuatro violines).
Frente a un repetitivismo marmóreo defendido por autores de cariz más experimental (se piensa en Phill Niblock, Charlemagne Palestine y La Monte Young), Reich propone una constante mutación de lo que, solo en apariencia, parece un muro de sonido inalterable. New York Counterpoint está entonces llena de cambios; ya por la metamorfosis de sus patrones, por sus cambiantes combinaciones armónicas y por las distintas velocidades de los cambios, el minimalismo avant la lettre del compositor comenzaba a dar los primeros signos de transformación, mediante la exposición de unas frases melódicas que irían ganando terreno en su práctica compositiva.
Arreglada en 1995 por el Vienna Saxophone Quartet y recibida con gran interés por el propio compositor, escucharemos la página en las cuatro voces de Sigma Project, multiplicadas en eco por efecto de la cinta. La sonoridad más masiva y cavernosa de estos instrumentos le confiere una existencia radicalmente nueva, como si, verdaderamente, esta fuera una quinta obra del ciclo de Contrapuntos, con total autonomía propia.
Cristóbal Halffter
Fractal para cuarteto de saxofones
Cuando en 1989 Cristóbal Halffter compuso su Concierto a cuatro para cuarteto de saxofones y orquesta, la obra se estrenaría al año siguiente y la idea de trabajar con aquellos instrumentos quedaría resuelta y en reposo. No vio entonces en aquella partitura las posibilidades que, muy poco después, le plantearían los integrantes del Raschèr Saxophone Quartet. «Me dijeron que ellos podían tocar lo escrito sin orquesta, y que tenía su valor […] Suprimí los paréntesis orquestales, escribí unos pequeños materiales a modo de puente, y lo tocan exactamente igual y funciona. Después me dijeron: “Y uno por uno podemos hacer el concierto, porque todo tiene suficiente interés individualmente como para tocarlo a solo”», comentó el compositor en una entrevista con Juanjo Talavera recogida en la página web de la Asociación Madrileña de Compositores. Así es como nace Fractal (1991) —cuyo título (una parte del todo) evoca al objeto de estudio matemático/compositivo de Francisco Guerrero—, una obra de sonoridad expansiva que, en efecto, es capaz de comprimir el orgánico de la orquesta sinfónica en las cuatro voces aquí dispuestas. Podrá argüirse que este proceder era común en la escritura camerística de Halffter, y así es; toda su música (incluida la escrita para instrumentos a solo) poseía esa tentación de gigantismo heredada del aparato orquestal. En Fractal, y en muchos de sus pasajes que descienden ante nuestros oídos en torrente, la sensación es todavía más masiva, más radical. La ambición de aquel Concierto a cuatro es prensada, pero la partitura mantiene intacta su extraversión, su búsqueda de lo masivo. Tomen atención a los acordes en forma de clústers que inauguran una pieza repleta de remansos que conducen a nuevas circunstancias explosivas, como si la música no encontrara nunca posibilidad de detención en algunos de sus muchos clímax.
Es esta una música visceral de estruendos densos, áspera y que rezuma un anhelo de trascendencia consustancial a todo el catálogo halffteriano. Regresemos en este punto a palabras dichas por el compositor, en este caso, recogidas por el autor de estas líneas: «Me subleva leer, como elogio, que tal o cual obra se escucha sin sobresalto. Para mí, el arte es convulsivo porque no creo que deba confundirse la función de la música con la que tiene un confortable y burgués sillón orejero». Como piedra de toque del repertorio para cuarteto de saxofones, Sigma Project la incorporó pronto a su repertorio, habiéndola interpretado en múltiples ocasiones.
Su tensión dramática es de una clásica solidez y, tan importante como aquello, logró conferir, por la calidad y riqueza de la escritura, un poso de profundidad idéntico al más habitual de tanta gran música para cuarteto de arcos nacida en la modernidad. Por eso, también significa, para la formación que esta tarde la aborda y para tantas otras que lo hacen y lo harán en el futuro, una suerte de punto de partida para todo el universo de estéticas que el cuarteto de saxofones viene deparando en el inmediato y rabioso presente.
Philip Glass
Saxophone Quartet
La tercera obra en el programa conecta en diferentes direcciones con las piezas que la han precedido. De un lado, retoma el lenguaje minimalista de Reich; de otro, vuelve a tratarse de una reducción de una obra mayor, en este caso del Concierto para cuarteto de saxofones y orquesta de Philip Glass, compositor muy dado a transcripciones y arreglos de muchas de sus obras para conferir a estas una mayor difusión; una vocación práctica, por otra parte, decididamente norteamericana.
El Saxophone Quartet fue escrito en 1995 partiendo del concierto referido y se asocia con el lenguaje de madurez del compositor de Baltimore. Podemos entrever conexiones con la Sinfonía n.º 4 del autor, también con la banda sonora de Mishima (reconvertida parcialmente en el Cuarteto de cuerdas n.º 3), solo algo posterior. Las largas y elocuentes frases del primero de los cuatro movimientos son rápidamente reconocibles; el segundo posee una rítmica más incisiva y entrecortada, podríamos hablar de costuras jazzísticas (y, en medio de las frases, podemos entrever a otro ilustre colega de estética, Terry Riley). El tercero, reflexivo, desinhibidamente melódico y con esa voz palpitante de tanta música glassiana, puede considerarse el corazón de la partitura, que irá a concluir en un cuarto tiempo rápido, sincopado y, libérrimamente, recapitulador de parte del material expuesto.
Si el Concierto para cuarteto de saxofones es una de las obras más divulgadas del amplio catálogo de Glass, el Saxophone Quartet, como pieza autónoma desgajada, también posee un gran recorrido en concierto. Son muchas las agrupaciones que lo han abordado y todo cuarteto de saxofones quiere tenerlo en el repertorio. Sigma Project, con esta música, da un paso más allá, pues además de la pieza a la que nos referimos ahora también ha interpretado con profusión la «obra madre», el Concierto para cuarteto de saxofones, por lo que su comprensión de los engranajes de esta música puede afirmarse que es absoluta.
Salvatore Sciarrino
Pagine (selección)
Salvatore Sciarrino se ha acercado a la sonoridad del saxofón en múltiples ocasiones de su proceloso catálogo, incluso llegando a alcanzar con estos una acromegalia por completo extravagante, caso de La bocca, i piedi, il suono (1997) para cuatro saxofones solistas y cien saxofonistas en movimiento. También ha introducido el instrumento como un color esencial en algunas de sus creaciones más sobresalientes, por ejemplo en Studi per l’intonazione del mare (2000). Y, sobre todo, ha cultivado el arte del arreglo y la transcripción, como su difundido Canzoniere da Scarlatti que compuso en 1998. A falta de que salga a la luz más música de su firma para la formación que hoy atendemos, Pagine, del mismo año que la anterior pieza citada, es la mejor forma de redondear esta posible fotografía (suculenta, como se comprobará) del saxo en el siglo xx. Es una colección de transcripciones de diversos autores, múltiples músicas que han acompañado durante toda su vida al compositor de Palermo, debidas a autores como Gesualdo, Bach, Scarlatti y Mozart, entre otros.
A esos «otros» se dedica la selección que oiremos hoy de tres obras extractadas del ciclo. I’ve Got You Under My Skin, de Cole Porter, es un prodigio de tacto y de texturas amables, una relectura serena y profundamente melancólica de la canción del cantante estadounidense. Con Who Cares?, de Gershwin, los ritmos se acentúan y se agazapan en un estilo casi funky. En medio, O Virgo splendens, en la que se demuestra que el diálogo con el pasado en la música de Sciarrino ha sido constante y profuso; así, esta canción polifónica medieval resuena con una discreción cautivante.
Ismael G. Cabral