CONCIERTO
La guitarra romántica
Con obras de Fernando Sor, Manuel M. Ponce, Francisco Tárrega e Isaac Albéniz
Ciclo TEMPORADA DE MÚSICA 2025
04
JUL
2025
TEMPORADA DE MÚSICA 2025
La guitarra romántica
Con obras de Fernando Sor, Manuel M. Ponce, Francisco Tárrega e Isaac Albéniz
04 JUL 2025
PROGRAMA
Fernando Sor (1778-1839)
7.ª Fantaisie et Variations Brillantes sur deux Airs Favoris connus, op. 30 (12 min)
Manuel M. Ponce (1882-1948)
Sonata romántica (24 min)
- Allegro moderato
- Andante espressivo
- Allegretto vivo
- Allegro non troppo e serioso
Francisco Tárrega (1852-1909)
Lágrima (2 min)
Recuerdos de la Alhambra (5 min)
Isaac Albéniz (1860-1909)
Iberia (selección) (18 min)
5. Almería
(versión para guitarra de Javier Riba)
7. El Albaicín
(versión para guitarra de Carles Trepat)
INTÉRPRETE
NOTAS AL PROGRAMA
Las guitarras guardan sus secretos, de igual modo que guardaron los suyos, en la sucesión de los siglos, aquellas piedras cuyo destino quedó truncado cuando llegó para ellas el día que, pudiendo ser de gratísima liberación, pasó a serlo de renovada esclavitud. Recuérdese que cada bloque pétreo encierra múltiples posibilidades artísticas, todas latentes, aunque ninguna visible. Utilizado por canteros profesionales, continuará siendo un ser irremediable. Aprovechado por excelsos escultores, adquirirá vida gloriosa.
Las guitarras, en general, no han sido más dichosas que estas infaustas piedras. Mientras otros instrumentos musicales ensalzados hiperbólicamente gozaban del aristocrático favor, ellas, preferidas siempre, solo eran bien recibidas en plebeyas sociedades. Y se las desatendía cuando brindaban matices o acentos exquisitos que otros instrumentos predilectos no podían ofrecer jamás. Y sucedió lo inevitable: a medida que estos instrumentos iban perdiendo paulatinamente su influjo avasallador, hasta caer en el olvido más angustioso, las guitarras, siempre desdeñadas por sus ridiculizadores de buena fe —que eran sus más ardientes defensores—, conservaban inédita la magia de su facultad expresiva…
Por eso, cuando algún artista privilegiado redime de su forzado vasallaje a esa Cenicienta, ella, henchida de gratitud y de gozo, le revela sus más hondos secretos. Entonces el instrumento democrático por excelencia muestra su oculta hidalguía. Sus dulces frases musicales son escuchadas con singular unción por los más refinados auditorios. Entonces sus sensibles cuerdas conmueven como pueden conmover las de un antiguo Guarneri o las de un moderno Steinway tocados prodigiosamente…
José Subirá, Vida manchega (20-2-1919)
El programa La guitarra romántica se adentra en un periodo crucial de su evolución: el siglo XIX, cuando el instrumento, todavía relegado por ciertos círculos académicos, comenzó a revelarse en toda su riqueza expresiva. Bajo el influjo del Romanticismo, la guitarra encontró en compositores como Fernando Sor, Francisco Tárrega y Manuel María Ponce no solo virtuosos defensores, sino también artífices de un lenguaje propio. A través de sus obras, dejó de ser vista como un mero acompañamiento y se convirtió en un vehículo capaz de plasmar lo sublime, lo melancólico y lo universal. En sus cuerdas vibran paisajes, evocaciones y emociones con una profundidad que, como señala José Subirá en su artículo de 1919, la distingue como un instrumento de sensibilidad inigualable, capaz de conmover tanto como los más venerados del repertorio clásico.
Fernando Sor, conocido como el Beethoven de la guitarra, es una de las figuras más relevantes en la historia de la música para este instrumento. Su 7.e Fantaisie et Variations Brillantes sur deux Airs Favoris connus pour Guitare Seule, op. 30, compuesta durante su estancia en París, refleja un momento de gran madurez creativa y técnica. Sor llegó a la capital francesa en 1813, tras la retirada de las tropas napoleónicas de España, y rápidamente se estableció como un músico de prestigio en los círculos artísticos de la ciudad. Su talento como intérprete y compositor le permitió codearse con figuras como Cherubini, Cramer y Baillot, quienes reconocieron su genio. Aunque exploró diversos géneros, incluyendo la música orquestal y la ópera, fue en la guitarra donde encontró su voz más auténtica. Esta obra es un ejemplo paradigmático de su estilo: una obra que combina virtuosismo técnico con una profunda expresividad. Basada en dos melodías populares francesas, la pieza despliega un lenguaje armónico rico y una fluidez melódica que trasciende lo meramente instrumental. La obra no solo es un testimonio de la maestría de Sor, sino también un puente entre el Clasicismo y el Romanticismo, consolidando su legado como uno de los pilares del repertorio guitarrístico.
Este espíritu de innovación y exploración técnica encuentra un eco en la obra de Manuel María Ponce, una figura central en la música mexicana del siglo XX. Aunque su nombre está indisolublemente ligado a Estrellita, una de las melodías más populares de su país, su contribución al repertorio guitarrístico es igualmente significativa. Su colaboración con Andrés Segovia fue fundamental para elevar la guitarra a la categoría de instrumento de concierto, y la Sonata romántica es una de las obras más emblemáticas de esta asociación.
Compuesta en 1928 como homenaje a Franz Schubert en el centenario de su muerte, la Sonata romántica refleja la admiración de Ponce por el compositor austriaco. Schubert, aunque no escribió directamente para guitarra, mantuvo una relación estrecha con el instrumento: en la Viena de su tiempo, la guitarra era un instrumento doméstico y acompañante frecuente en reuniones musicales. Se dice que incluso tenía una guitarra en su casa, y que algunas de sus canciones y piezas de cámara fueron compuestas con la sonoridad de la guitarra en mente.
La obra está estructurada en cuatro movimientos que evocan el estilo schubertiano, desde la forma de allegro de sonata del primer movimiento hasta el lirismo íntimo del segundo, que recuerda a los Lieder de Schubert. El tercer movimiento, con su carácter contemplativo, evoca los Momentos musicales de Schubert, con su uso de frases cortas y armonías conservadoras propias del periodo clásico. Finalmente, el cuarto movimiento, de energía rítmica y brillantez técnica, completa un retrato musical que fusiona la tradición romántica europea con las posibilidades expresivas de la guitarra. La Sonata romántica no solo es un homenaje a Schubert, sino también una obra que reafirma la capacidad de la guitarra para abordar formas y estilos tradicionalmente asociados a otros instrumentos, consolidando su lugar en el repertorio guitarrístico universal.
La búsqueda de la expresión emocional a través de la guitarra alcanza su máxima expresión en la obra de Francisco Tárrega, sin duda, uno de los compositores más influyentes en la historia de la guitarra clásica. Su música, caracterizada por un lirismo profundo y una espontaneidad única, ha sentado las bases del repertorio moderno del instrumento.
Lágrima, una breve pero intensa pieza, es un ejemplo perfecto de su estilo: una melodía sencilla pero emotiva, sostenida por un acompañamiento arpegiado que crea una atmósfera íntima y melancólica. Aunque su origen exacto es incierto, se ha asociado esta obra con un momento de dolor personal en la vida de Tárrega, lo que añade un matiz de profundidad emocional a su interpretación.
Por su parte, Recuerdos de la Alhambra es una de las obras más emblemáticas de la literatura guitarrística. Compuesta en 1896, la pieza utiliza la técnica del trémolo para evocar la sonoridad de las fuentes y los ecos de los palacios nazaríes. La estructura de la obra, dividida en dos secciones contrastantes (modo menor y modo mayor), refleja la dualidad entre la melancolía y la serenidad que caracteriza a la Alhambra.
Más allá de su carácter programático, Recuerdos de la Alhambra se ha convertido en un símbolo del ideal romántico, donde la belleza se busca a través de la memoria y la emoción. La obra se enmarca en el contexto del «alhambrismo», una corriente artística y musical que surgió en España a finales del siglo XIX, inspirada por la fascinación hacia el legado nazarí. Tárrega, con su dominio técnico y sensibilidad poética, logra capturar la esencia de este monumento, transformándolo en una experiencia sonora que trasciende el tiempo y el espacio.
Este diálogo entre la música y el paisaje, tan característico del Romanticismo, encuentra su culminación en la obra de Isaac Albéniz, uno de los compositores más importantes de la música española. Su suite Iberia, concebida originalmente para piano, representa la culminación de su estilo, integrando elementos del folclore hispano con una técnica pianística deslumbrante. Sin embargo, la naturaleza guitarrística de muchas de sus melodías ha llevado a numerosas transcripciones para este instrumento, devolviéndole su raíz más auténtica.
Almería, perteneciente al segundo cuaderno de Iberia, es una pieza de contrastes: pasajes melancólicos y contemplativos se alternan con otros de gran intensidad rítmica y sonora. Albéniz despliega aquí un lenguaje armónico rico y evocador, con modulaciones que crean un efecto de ensoñación. En esta transcripción de Javier Riba, el final de la pieza, de una delicadeza casi impresionista, se desvanece en el aire con una suavidad que recuerda a Debussy.
El Albaicín, del tercer cuaderno, es una obra que encarna la esencia misma de la guitarra. Inspirada en el barrio granadino del mismo nombre, cuna del flamenco, la pieza combina un ritmo insistente con secciones de gran lirismo y expresividad.
En palabras de Debussy: «El Albaicín, del tercer cuaderno de Iberia, es donde encontramos la atmósfera de esas tardes españolas que huelen a claveles y aguardiente… Como los sordos ecos de una guitarra que se lamenta en la noche, con bruscos desvelos y nerviosos sobresaltos…».
La transcripción para guitarra del maestro Trepat permite que el instrumento recupere su protagonismo natural, recreando la atmósfera de este emblemático lugar.
Con estas transcripciones, la guitarra se convierte en la voz definitiva de Albéniz, cerrando un círculo en el que el compositor, a pesar de escribir para piano, terminó siendo uno de los más influyentes en el repertorio guitarrístico.
Como la piedra que, esculpida con maestría, se transforma en arte, la guitarra ha encontrado en el escenario el templo donde revela, con gratitud y gozo, su alma más profunda.
Álvaro Toscano