Este tercer recital del ciclo de conciertos Johann Sebastian Bach: su música al violonchelo recoge las Tres sonatas de Bach para clave y viola de gamba, en su revisión para violonchelo. Estas obras constituyen una de las cumbres del repertorio tanto para viola de gamba como para el violonchelo o para la viola. Además, suponen una evolución de la forma en la escritura de la sonata en su tránsito del período barroco hacia el nuevo estilo del Clasicismo.
La datación de estas obras presenta algunas incógnitas para los musicólogos. Hasta nuestros días solo llega una partitura autógrafa, la de la Sonata BWV 1027. Con probabilidad, Bach completa estas obras entre 1730 y 1740. Bach dispone con anterioridad en Köthen de un violagambista de la talla de Christian Ferdinand Abel, antes del traslado del autor a Leipzig en 1723. No obstante, desde 1729 y como director del Collegium Musicum, organiza una sociedad de música de conciertos semanales en la Cafetería Zimmermann, donde estas obras cuentan con un espacio natural para su interpretación.
Estas sonatas poseen una dificultad intrínseca, derivada de la enorme diferencia entre los dos instrumentos protagonistas. Este hecho exige de los intérpretes, como en tantas otras obras de cámara, un auténtico diálogo para permitir a la música desarrollar toda su belleza y su expresividad y enlazar una fluida conexión entre las diferentes voces y sus imitaciones.
El hecho de que Bach escribiera estas obras originalmente para la viola de gamba y clave supone una liberación de los instrumentos por los registros medios y graves de la cuerda y de su papel tradicional en el bajo continuo. Cobran así un nuevo protagonismo como instrumentos solistas, un hecho destacable en la historia de la música occidental.
Durante los siglos XVIII y XIX, la viola de gamba sufre un declive imparable como instrumento solista. Es bien entrado ya el siglo xx, cuando el movimiento de recuperación musical historicista pone en valor el importante tesoro que supone la música compuesta durante el Barroco y los instrumentos utilizados para su interpretación.
Estas tres sonatas cuentan con transcripciones para poder interpretarlas con otros instrumentos. Estas adaptaciones son muy propias del Barroco, momento en el que se podía, con frecuencia, adaptar el repertorio a la disponibilidad de instrumentos. La adaptación más frecuente de estas sonatas es para el violonchelo, aunque también se pueden escuchar en instrumentos como la viola o el contrabajo.
Las dos primeras sonatas cuentan con una estructura más propia del período Barroco, conocida como sonata da chiesa. Sin embargo, la forma de la tercera sonata anticipa la nueva forma de sonata del Clasicismo, así como el tratamiento de los temas y su disposición. Las tres piezas son obras contrapuntísticas, con tres voces en las que ambos instrumentos —la voz de viola de gamba y las dos voces del clave— colaboran en la construcción de la armonía.
Ninguna de las copias conservadas hasta la actualidad recoge la colección de estas sonatas. El manuscrito autógrafo de la Primera sonata, en sol mayor, indica el título de Sonata à cembalo è viola da gamba. El propio título refleja el papel esencial del clave, a pesar de sentir en estas obras el rol conductor del instrumento solista.
En todo caso, estas tres obras forman parte de los modelos originales que siguieron con posterioridad otros compositores, construyendo un género de inmenso éxito: la sonata para instrumento solista y teclado obligado. En estas obras, el teclado obligado ya actúa como instrumento independiente. Esta independencia la otorgan las propias voces que escribe el compositor y libera al instrumento del bajo cifrado que mantiene hasta entrado el siglo XVIII.
Sonata n.º 1 en sol mayor, BWV 1027
La sonata sigue el esquema de sonata da chiesa (lento-rápido-lento-rápido). La arquitectura del Adagio inicial es un tema expuesto en imitaciones entre el clave y el violonchelo. Conduce a un Allegro con un tema sencillo que, de nuevo, imita entre ambos instrumentos. El Andante es un movimiento que, a pesar del tempo, transmite con sus arpegios constantes una calma poética y permite al oyente dejarse llevar hipnóticamente. Concluye la sonata con una fuga muy interesante. Obra galante en general, que nos adelanta estilos más avanzados ya en el siglo XVIII.
Sonata n.º 2 en re mayor, BWV 1028
Bach emplea de nuevo la estructura de sonata da chiesa en cuatro. El Adagio inicial supone una breve introducción lírica adornada de imitaciones. Conduce a un Allegro vivo que, a su vez, desemboca en un canon relleno de ornamentación, con la indicación de Andante. El vigoroso Allegro final, con un estilo de toccata, es un peculiar final que cierra la obra y quizás también un estilo compositivo en su producción. La siguiente sonata para estos mismos instrumentos tendrá ya otra forma y otro lenguaje.
Sonata n.º 3 en sol menor, BWV 1029
Se puede decir sin miedo que esta es una de las obras más bellas y extraordinarias compuestas por Bach. Más cerca del concierto, cuenta con solo tres movimientos. La semejanza del primer tiempo con el tercer Concierto de Brandeburgo es evidente. Las conexiones son tantas, que se ha llegado a pensar que sea una refundición de un auténtico concierto.
Enérgico e infatigable, el Vivace inicial combina dos motivos temáticos (estamos a las puertas de la sonata bitemática) de una gran densidad en la escritura y de una belleza tímbrica cautivadora, que el diálogo entre ambos instrumentos se encarga de realzar más si cabe.
El papel del clave en esta sonata es sumamente importante y su participación va estrechamente relacionada con el papel de la viola de gamba. No es precisamente un mero acompañante sino que tiene una presencia temática y melódica relevante, además de llevar el bajo en el registro grave. Todo en este primer movimiento conduce a la realización de una obra maestra, a la fabricación de una auténtica joya.
El Adagio central es lento, ordenado pero muy expresivo. Ofrece un delicado y lírico movimiento que exprime al máximo las posibilidades dinámicas de ambos instrumentos. Las tres voces mantienen de manera constante una importancia esencial y la obra no camina sin cualquiera de ellas. La singularidad de este movimiento se basa precisamente en el hecho de que la individualidad de las tres voces —bajo, violonchelo y voz superior del clave— se lleva al extremo.
El Allegro final, de estilo italiano, es una composición polifónica imitativa con un tema central que aparece por primera vez en la voz del clave y con otro tema, cantabile y dulce, que introduce el violonchelo. Este movimiento cuenta con una estructura de ritornelli propia de los conciertos italianos. El conjunto es de una fuerza impetuosa y en él Bach muestra una libertad en el estilo compositivo que sitúa esta obra en lo más destacado de la historia de la música.
Blanca Gutiérrez Cardona